miércoles, 10 de septiembre de 2008

A un año de Francia 2007

En la mayoría de las páginas dedicadas al rugby se recordó la epopeya Puma en el Mundial de Francia 2007, con himno y vídeo incluído.
Estuve a punto de hacer lo mismo y reflejar mis sensaciones, a un año de esa emotiva, inolvidable y romántica noche de debut ante los locales. Porque ahí comenzó un romance del país con la ovalada y esos muchachotes musculosos que hacían creer que se puede.
Bien, pero... si yo no estuve allí para relatar experiencias ¿quién?


Yo alguna vez quise ser como Roberto Carlos (el cantante, no el futbolista eh?) cuando cantaba que quería "tener un millón de amigos"... Luego el tiempo me enseñó que es mejor tener pocos, pero fieles. A Dios gracias, los tengo. Me alcanzaría un boleto de colectivo para ponerlos a todos, como diría mi colega y amigo Angel Véliz.

Y Nicolás Balinotti, a quien conocí y aprendí con él en la facultad que la diferencia de edad no conoce de límites para construir una amistad, es uno de ellos.
El, creo que ya lo saben porque lo dije varias veces en el blog, trabaja en el diario La Nación de Buenos Aires. Fue uno de los corresponsales del diario porteño en Francia.



Y qué mejor que un tucumano para que narre sus historias en este blog. Con uds., Nico (porque su apelativo no lo deja muy bien parado que digamos)... Gracias Nico...




Hay ocasiones en las que el espíritu y la amistad son más fuertes que cualquier vigoroso músculo financiero.


El aforismo vale para recordar que hace un año la Argentina rompía el molde del rugby mundial y ponía patas para arriba una estructura que había sido organizada por los ajedrecistas de la IRB para que los poderosos de siempre se vean las caras recién en las instancias definitorias.
Las gloriosas imágenes de la gesta puma en París son una secuencia fantástica que se repiten en la memoria como huellas eternas.



Flashes: la conquista histórica del bronce; el silencio francés en el partido inaugural; el agónico try para el bonus de Aramburú frente a Georgia, en Lyon; el llanto conmovedor de Pichot tras caer con los Springboks, la magia de Hernández en un azorado Parque de los Príncipes…
Pasó un año. Parece que fue ayer. Ahora empieza el Mundial de otros. Tal vez la transición ya comenzó. Después de tiempos de trabajos conscientes y aplicados, la generación más dotada y brillante que haya dado nuestro rugby dejó una huella de valores propios que deberán tomar los jugadores del futuro.





Ellos sembraron esfuerzo, siempre fueron obstinados buscadores de la perfección y domadores de causas perdidas. Por más profesionales que se haya vuelto la mayoría de ellos, todos continuaron actuando bajo los efectos del corazón, como siempre. La historia no los olvidará jamás. Pasó un año, increíble.



Recuerdos nítidos: el de 2007 fue el Mundial de las lágrimas del marketing y el lamento francés; el de otra frustración All Black; el del poderío y la efectividad sudafricana, aunque más que nada, fue un Mundial bien argentino.


Por Nicolás Balinotti, especial para rugbytucumano

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