
Era cuestión de esperar, tener paciencia y tratar de jugar cuando se podía. Los primeros minutos, los veinte primeros minutos, fueron decisivos para mostrar el aplomados andar de Los

En los papeles, Namibia no debía ser problema para Los Pumas y en realidad no lo fue. Pero en esa primera parte, complicó con sus delanteros, ensuciando las salidas argentinas, jugando al límite y temí por la reacción de los jugadores argentinos (como cuando el segunda línea, Wacca Kazombiaze, le tiró del pelo a Agustín Pichot en un ruck). Y ahí me dí cuenta de la madurez de este equipo.
“El partido está controlado”, me dije a pesar de que el tanteador me decía lo contrario. Es que se notaba, se percibía que en algún momento, Namibia no iba a poder mantener el ritmo que le propusieron Los Pumas. Y llegaron los tries.

Eso dio más tranquilidad y ahí sí, el equipo se soltó. Para mí fue importantísimo el try de Juan Leguizamón, por la confianza que le dio no sólo a su juego (un premio a su sacrificado esfuerzo) sino también al resto de sus compañeros.

Y después, el festejo. Creo que se lo merecían. Festejaron más que en el debut. Se quedaron varios minutos saludando a los argentinos que fueron a alentar en el estadio Velodrome de Marsella.
Ya estamos ahí. Falta un paso, tal vez el más grande y más largo. El último esfuerzo para llegar a semifinales.

El último escalón tiene una alfombra verde. Hay que subir pisándola fuerte. Tan fuerte como cuando cantamos el himno.
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