lunes, 31 de marzo de 2008

Déjenme soñar


"Estoy en el césped mojado de la cancha del Lawn Tennis, invadido por la emoción. El griterío es inmenso y casi imperceptible el silbato del árbitro que decreta el final del partido.
Los brazos en alto desatan la loca carrera hacia el centro de la cancha donde están los jugadores, llenos de abrazos, de felicitaciones, de alegría, júbilo, con alguna que otra lágrima recorriendo el rostro de esos titanes que dieron todo en el campo de juego.
Se suma más gente. Familiares, amigos, allegados, conocidos y desconocidos, se acercan más y más. Las cámaras, los periodistas, los que hacen de periodistas y los que están siempre a la espera de vaya uno a saber qué souvenir. Me mareo. Me domina la felicidad.
No soy periodista. Soy un hincha más. Y salto con el resto y le canto a los porteños y a los que no son porteños porque el canto es un revancha para todos y para nadie en particular.
Salto y me embarro hasta el alma y no lo siento porque tengo el escudo naranja en mi pecho. Me desborda la alegría, quiero abrazarme con todos, corro para allá y para acá, me saltan las lágrimas..." Me despierto.
Fue sólo un sueño. Todavía me palpita el corazón. Su acelerado tambor resuena en mis sienes. La agitación va dando paso a la calma y sonrío. "Sólo fue un sueño", me repito.
Soñé despierto el mismo sueño que los cuarenta que conforman el plantel tucumano. Saberse locales para el sábado en la definición del Campeonato Argentino ante Buenos Aires le dio un aliciente más a este equipo que sumó no sólo victorias en su derrotero al llegar a la final sino también solidez en cada partido. Ese "paso a paso", bien dicho por Mostaza Merlo alguna vez, fue asimilado por el plantel que lo usó como latiguillo ante cada pregunta de a quién querían enfrentar en la final.
Y se dio lo que todos imaginaban. Y lo que muchos soñaban. Y lo que algunos deseaban.
Porque no será el mismo partido para Sebastián Ponce o Diego Ternavasio, el Nacho Haustein o el mismo Bruno Cuezzo quienes sufrieron la derrota el año pasado. Ni tampoco será el mismo partido para quienes estuvimos esa noche que vimos cómo en un par de minutos se derrumbaba la ilusión de conseguir el título ante un Buenos Aires efectivo pero amarrete en su juego.
Pero esta vez, esta vez es diferente. Porque a este Tucumán no le encuentro puntos débiles ni tampoco figuras descollantes. Todos aportan, todos mantienen el nivel cuando les toca reemplazar a un compañeros y se nota la madurez de un equipo que no se apura para buscar el in-goal rival, que de manera soberbia destruyó a todos su rivales casi siempre por 30 puntos de diferencia (en todos los partidos del torneo) y mantiene la concentración los 80 minutos del partido, que tacklea a destajo y barre la cancha de manera pareja tanto para atacar como para defender. Porque sus pilares parecen terceras líneas y sus terceras líneas parecen tres cuartos. Y los backs se multiplican cuando hay que hacer relevos y cuando hay que cubrir un hueco.
Entonces, déjenme soñar. Déjenme que me ilusione y me sienta ganador una vez más porque estoy convencido que no se nos puede escapar.
Por esta vez, sólo por una noche más, déjenme que quiero sentir el calor de estar en casa, con la camiseta naranja transpirada y el sabor más dulce del que se puede gozar: ser campeón.
Amigo, aunque no comparta lo que digo, déjeme soñar...
Si al fin de cuentas estos chicos ya ganaron, ya son campeones del sacrificio, del esfuerzo y del compromiso. Ya son campeones de la amistad y de la solidaridad dentro y fuera de la cancha.
Amigo, déjeme soñar. Después de todo, soñar, no cuesta nada.
Hasta la próxima.
Un abrazo.

1 comentario:

FABIAN de Mar del Plata dijo...

Y sueño yo también entonces.Y sueño un diá lluvioso y algo nublado y un partido peleadísimo que se define en los últimos minutos.Y el canto a los porteños. Y la cara de nada de los periodistas de Buenos Aires.
Ojalá en algo se cumpla este sueño.Que no nos hará felices del todo(hay otras cosas)pero que quizás en algo compense el hecho de serlo...


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