Pienso que esas dos palabras definen la derrota de hoy de Los Pumas ante Italia por 13 a 12. El equipo argentino no tuvo argumentos sólidos para penetrar la defensa italiana y ni siquiera se pareció a ese tremendo grupo de hombres que no sólo tackleó a destajo en el primer test ante Escocia sino que tampoco se acercó siquiera a la imagen que había dejado en la cancha de Rosario.
Si el segundo test con los escoceses había borrado y dejado todo en punto cero, lo de hoy con Italia no sólo fue más de lo mismo sino que se perdió algo importante: la defensa.
La invunerabilidad de nuestro in-goal era el bastión, el ícono del juego Puma en el Mundial y uno pensó que sería el camino a seguir con los nuevos entrenadores.
Bien, tal vez alguien pensará que soy muy duro con este equipo en formación. No lo dude: soy mucho menos duro de lo que tuviera que ser. Porque ni siquiera comencé (ni lo haré tampoco) a intentar hilvanar siquiera un esbozo de crítica con respecto a los pases, el ataque, la estrategia, la coordinación, el scrum... en fin, el resto del juego. No lo haré porque sería desilusionante.
La desilusión pasa por saber que no tenemos un verdadero líder dentro del campo de juego. El que aporta no sólo ideas sino que es quien conduce realmente al equipo.
Dio la sensación que después del primer partido, Los Pumas se quedaron sin quien garantice la inteligente distribución del juego y los arrestos individuales se multiplicaron por doquier sin encontrar respuestas positivas.
Los Pumas no perdieron por el último penal que metió el italiano Andrea Marcato, quien festejó como si hubiera ganado el Mundial. Y sí, tal vez el pibe no se olvide nunca de este partido: perdían los 80 minutos y en el 81, encuentran la victoria. En realidad, cualquiera lo hubiera festejado así.
Nosotros tenemos que tener muy presente este partido: con indisciplinas que nos hicieron retroceder años con respecto a la evolución que habíamos experimentado y que nos había dejado en el tercer puesto de la IRB (ahora cedido gentilmente a Australia) tras el Mundial, no llegaremos muy lejos en el próximo encuentro ecuménico en Nueva Zelanda.
Phelan y Turnes tienen mucho trabajo. El primero: encontrar un líder. El segundo, formar un equipo.
Pavada de tarea es la que enfrentan. En ellos está el futuro del rugby argentino.
Hasta la próxima.
Un abrazo.
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